Fiesta, anillo y triunfo, todo salió bárbaro anteanoche en la ceremonia de premiación, pero el trajín de la NBA no te deja disfrutar mucho estas cosas; a las pocas horas estábamos viajando en avión hacia Memphis, donde jugábamos anoche el segundo partido de la temporada.

Después de ganarle a Portland picamos algo en una salita que está al lado del vestuario, armamos los bolsos, yo le dejé el anillo a mi esposa y nos fuimos al aeropuerto. Llegamos al hotel de Memphis a eso de las 2 de la mañana, dormimos algo y después concurrimos a un desayuno de trabajo, donde los técnicos nos hablaron del rival de turno. Almorcé unas pastas, me dormí una buena siesta y a la cancha... Empezó el ajetreo, está claro.

La verdad es que la fiesta no tuvo nada novedoso, pero aunque a uno no lo sorprenda nada, la emoción es imposible de evitar porque las imágenes en la pantalla gigante, con las mejores acciones de los playoffs, la música, el aliento del público y las palabras de los directivos te cambian el ánimo. David Stern, el comisionado de la NBA; Peter Holt, dueño de la franquicia, y su esposa, Julianna, se pararon en la mitad de la cancha y allí fueron entregando los anillos uno por uno.

En la confección de esa sortija tampoco hubo nada distinto, lo comentábamos con los compañeros. Sólo un poco más de oro amarillo, la emblemática espuela en el medio, a un costado el apellido y el N° de camiseta de cada jugador y, del otro lado, una piedra con un martillo rompiéndola en dos. Hay una frase escrita en una pared del vestuario, que no recuerdo textualmente pero corresponde al reconocido fotógrafo Jacob Riis, que destaca algo así como que "todos los días hay que golpear la roca e insistir aunque no se rompa porque ese esfuerzo y perseverancia provocará que una vez se parta en dos".

Antes de empezar el juego con Portland, cada uno puso el anillo en una gran caja, que no sé dónde la guardaron. Al terminar el partido, nos devolvieron los anillos y yo se lo dejé a mi esposa porque no me lo iba a llevar a Memphis.

Nunca usé un anillo. Con los dedos finitos que tengo me quedarían bastante mal. Pero los tengo en casa; algunos los guardan en una caja fuerte del banco: yo prefiero tenerlos por si alguna visita quiere verlos. Los pongo en una caja fuerte cuando dejo la casa sola y me voy a la Argentina. Hace tiempo que tengo que armar algo donde ponerlos, pero todavía no lo hice.

Bueno, después de la fiesta hubo que cambiar el chip para enfrentar a Portland, y si bien no estuvimos demasiado relajados, porque jugamos con intensidad, cometimos demasiados errores y tuvimos bajos porcentajes, excepto Brent (Barry), que metió 3 triples.

No quería dejar pasar el tema de Tim Duncan y la extensión del contrato que le hicieron hasta 2012. La verdad, no me sorprendió porque se lo merece totalmente. Y por supuesto que a mí también me gustaría jugar hasta los 37, pero ya se verá.

Lo otro es lo de Beno (Udrih), que pasó a Minnesota. Yo me enteré ayer y me parece que más allá de que se aleja un amigo y un buen tipo, a él le vendrá bien porque entraba en su último año de contrato y no tenía demasiadas oportunidades de jugar. Para conseguir un nuevo arreglo era imprescindible que se mostrara y en los Spurs no iba a tener muchos minutos.

Finalmente, en cuanto a mi desempeño con Portland, me sentí bien, jugué con intensidad, colaboré en distintos aspectos del juego, pero erré algunos tiros fáciles. Igual, terminé conforme. Esto recién empieza y después de tantas emociones no fue fácil lucirse.